lunes, 11 de noviembre de 2019

Almuerzo Familiar

—¡Me suenan las tripas! —exclama Luis.
—Está bien hijo. Espera un poquito más. —le pide María— La comida ya está lista, pero faltan llegar el resto de invitados.

La mesa está puesta: platos, cubiertos y vasos. Refrescos y gaseosas. Todo listo para el almuerzo familiar. María madruga cada vez que organiza una reunión.

Pero hemos quedado a la una de la tarde, Ma’. Y ya es la una y media. Tú sabes que yo soy puntual. ¡Bendita costumbre la mía!

Luis tiene la mirada fija en el parque frente a la casa de sus padres. Su respiración se acelera un poco y frunce el ceño. Mueve acompasadamente su pierna derecha, como si estuviera nervioso, pero no lo está. Esta fastidiado y se muere de hambre. Pero es algo más que eso.

Avisó con tiempo a su esposa e hijos del almuerzo de hoy. Como todos los fines de semana, despertó temprano. Se alistó en silencio para hacer su hora de caminata, y desayunó un café con leche y butifarra (con harta cebolla y mayonesa) en El Cajamarquino. «Total, con la caminata lo bajo» pensó.

Estuvo de vuelta en casa alrededor de las diez de la mañana y se dio un baño.

—Ya regreso familia, voy a lavar el carro —anunció Luis— Salimos para Lince a las doce y media en puntito.

Al regresar, se dio con la sorpresa -aunque en realidad no tanto- de que la familia aún no estaba lista. Esperó un momento y les aviso que no esperaría más, que él es puntual con todos.

—Vete entonces—dijo su esposa.
Y se fue. Simplemente se fue. «Para toda pelea, debe haber dos gallos» reflexionó.

—Ya regreso mami —anuncia Luis.
—¿A dónde vas Luchito?
—Ya vengo.
¡Tanto ya pues no puedes esperar un ratito más! –dice María, fastidiada— Por último, ni tu familia ha llegado. Mira tu aparato ese mientras tanto —sugiere.
—No Ma’, voy un ratito al grifo. Estoy sin gasolina.
—Ah bueno. No demores.

Luis sale de la casa de sus padres. Entra a su auto. Efectivamente, la aguja de gasolina en el tablero está por llegar a la E. Retrocede con cuidado y sale raudo. Hay un grifo cerca. Ocho cuadras más allá, estaciona y baja. Una persona delgada, con el mandil sucio y cigarrillo en mano, sale a su encuentro.

Pelo que gusto velte Luisito. Tiempo que no vienes pol acá.
—Así es chinito, hace tiempo.
—¿Lo mismo de siemple?
—Sí, por favor. Lo mismo de siempre.

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