He comenzado un excelente taller con Daniel
Collazos. Hicimos dos ejercicios. En el primero, nos pidió un micro-cuento de
50 palabras sobre un pecado capital. Yo escogí:
LA IRA
Amanece. Va al baño: no hay pasta dental. Se
lava la cara: no hay toalla. Se sienta en la taza: no hay papel. Hay un
periódico de ayer. Lo utiliza.
Baja a desayunar: no hay fósforos. «Desayuno
en el camino» piensa. Entra al carro: no prende. ¿Para qué mierda me desperté?
En el segundo, nos pidió un micro-cuento de
100 palabras basado en la siguiente imagen:
—Hola, —saludó— soy Javier. Le ofreció su
mano derecha.
—Hola, —extendió la suya— soy Alejandra.
Era obvio que ese no era su nombre. Él
tampoco era Javier.
—¿Vienes seguido acá? —preguntó.
—Es la primera vez —contestó, sacando un cigarrillo
de la cartera.
Él se ofreció a encenderlo. Ella le dio una
pitada. Expulsó el humo hacia un lado, levantando ligeramente el mentón,
expulsando el aire aún más alto. El gesto le pareció sensual. Raro en alguien
que viniera por primera vez, pensó él.
Conversaron por casi una hora. Mientras
acordaban el precio, ella notó en él la placa de policía en su cintura. Él no
notó el puñal en su cartera.
—Vamos, Alejandra —propuso, empujándola
levemente de la cintura.
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